Dar color a los labios es una de las tácticas de belleza más antiguas de la historia.

La primera barra de labios de la historia moderna es introducida en 1884 por los perfumistas en París. Consistía en un una pasta hecha de sebo de ciervo, cera de abejas y aceite de ricino envuelta en papel de seda.

En 1915, el norteamericano Maurice Levy creó la barra de labios, tal como la conocemos hoy. Por primera vez, se unió un lápiz labial sólido a un receptáculo que se deslizaba, dentro de un tubo de metal con tapa. La barra se deslizaba hacia arriba, gracias a una palanca pequeña. El formato tuvo una gran aceptación entre las mujeres, que lo podían llevar en el bolso, cómodamente, y sin temor a manchas futuras.

En los años ‘30 se empezaron a vender botellitas cilíndricas con un pincel o envases pequeños que permitían realizar la aplicación del producto utilizando la yema de los dedos. Así se incorporó al mundo de la belleza el brillo labial, que también es conocido como gloss.

En relación a los ingredientes, el lápiz labial es básicamente una mezcla de aceite, ceras y colorantes. 

Fuentes:

Revista garbos.com

Beautyacrosstheheart.com