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Leyenda del Algarrobo

Cuenta la leyenda del monte chaqueño que una tribu indígena, cuyos integrantes eran descendientes del dios Sol “Inti”, vivían en constante estado de felicidad y abundancia gracias a los frutos y cultivos que la tierra fértil les permitía producir.

Pero la abundancia trajo aparejada una consecuencia negativa para el pueblo indígena: el bienestar constante hizo que la tribu se olvidase de agradecer a la Pachamama, la Madre Tierra, y se dedicaran solamente a la diversión y al ocio. Tal actitud de desagradecimiento desencadenó el enojo de Inti y la profunda tristeza de la Pachamama.

Como castigo a la falta de agradecimiento, el enojado dios Inti decidió enviar sus rayos con más fuerza sobre la tierra, secando el agua de los ríos y de los arroyos, quemando los cultivos y las reservas de alimento y reduciendo la fertilidad de los suelos. Con la reprimenda del dios Sol, la tribu comenzó a pasar hambre y enfermedad, sumiéndose en una profunda tristeza.

Ante la situación de desagradecimiento de su pueblo, Tuca, la hija del cacique, comenzó a implorar a la Pachamama que continúe brindándole su gracia y beneficios a su comunidad, y fue en uno de sus pedidos que se quedó dormida debajo de la sombra de un árbol frondoso del monte. En los sueños apareció la Pachamama y le dijo que cuando despierte reúna los frutos de vainas amarillas y se las lleve a su pueblo.

Cuando Tuca despertó, juntó los frutos de vainas amarillas que cayeron del algarrobo frondoso y se las llevó a su tribu. Con el alimento su pueblo no solo pudo saciar su hambre, sino también mejoraron su salud, recobraron su vitalidad, plantaron las semillas para producir más árboles frondosos de sombra fresca, reconstruyeron su ambiente y, además de recuperar la felicidad, aprendieron una gran lección: desde entonces nunca más se olvidaron de agradecer a los dioses, y sobre todo a la Pachamama, por la abundancia recibida y por el árbol del algarrobo que salvó su comunidad.