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Leyenda de la Calandria

La muchacha sin percatarse que la miraban con paso presuroso se dirigió a su choza. Jahé quedó prendado de la hermosa muchacha con su corazón encendido de amor. Claro que Jahé no era el único enamorado, ya que muchos aspiraban a ser elegidos por la indiecita. Entonces decidieron competir por ella. Aguará era el mayor contrincante de Jahé.
Todos los contrincantes fueron envueltos en cueros frescos pertenecientes a los animales de la selva y así ataviados fueron dejados bajo el abrasante sol de la selva. A medida que el Sol calentaba los cueros, estos se contraían y los pretendientes uno a uno iban desistiendo de sus intenciones.
Solo Aguará y Jahé quedaron confrontándose. Al poco tiempo, Aguará gritó que lo sacaran de aquella espantosa prisión y todos fueron a socorrerlo olvidándose del pobre Jahé.
Cuando cayeron en cuenta de su olvido todos fueron a proclamarlo ganador y vieron atónitos que de la encogida piel que poco antes contuviera el cuerpo de Jahé, escapó un pequeño ave que sobrevoló el lugar, posándose en una rama del árbol mas próximo.
Todos comprendieron que ese era Jahé, a quien el sufrimiento de su prisión ahora lo había hecho libre para siempre.
La hermosa indiecita comprendió entonces, cuan inmenso era el amor que Jahé le profesaba y le pidió a Tupá que la transformara en su fiel compañera.
Pronto los dos convertidos en pájaros armaron su nido de paja y barro, como hasta hoy lo construyen sus descendientes.